Los cargadores públicos para smartphones, tablets y demás dispositivos, se han convertido en un elemento imprescindible el mobiliario urbano para muchas personas. Ya sea por despiste antes de salir de casa, porque nos hemos alargado en el trabajo (o en el aperitivo con los amigos) o por cualquier otra razón, disponer de puntos de carga repartidos estratégicamente por ciudades y pueblos, algunos incluso en vehículos de transporte público, puede marcar la diferencia entre que podamos mantenernos conectados o que, por el contrario, experimentemos un súbito receso a finales del siglo XX, que en realidad no está tan lejos, pero era marcadamente distinto a la actualidad.
En no pocos casos, la instalación de los cargadores públicos no ha sido más que la respuesta al plan alternativo que ya empleaban muchos usuarios, y que no es otro que localizar enchufes en los que conectar sus propios cargadores. La ventaja de los cargadores es que, eso sí, al utilizarlos no nos pueden llamar la atención por estar haciendo un uso indebido, algo que sí que ocurre con los enchufes, además de que nos permite llevar encima sólo el cable de conexión, no el cargador.
Sé que se suele decir que hemos desarrollado un excesivo grado de dependencia, pero es indiscutible que permanecer conectados nos proporciona una serie de ventajas y comodidades, que van desde lo banal pero agradable de escuchar música, hasta contar con una herramienta de comunicación que puede marcar la diferencia en situaciones complicadas. Es cierto que podríamos pasar sin los smartphones, pero también es cierto que supondría renunciar, de manera no necesaria, a todo lo bueno que han traído a nuestras vidas.
No todo es bueno, claro. Pero no te preocupes, que en esta ocasión no voy a entrar en el discurso sobre la adicción a los dispositivos y demás, no, en esta ocasión voy a hablar de seguridad, o de un problema de seguridad, para ser más exactos. Como podemos leer en NBC News, el FBI ha emitido una alerta sobre los riesgos de los cargadores públicos, al punto de recomendar que no se empleen aquellos que podemos encontrar en aeropuertos, centros comerciales, hoteles, etcétera. ¿La razón? Que los ciberdelincuentes han descubierto formas de usar los cargadores USB públicos para introducir malware y software de monitoreo en los dispositivos que se conectan a los mismos.
Aunque el FBI se circunscribe a Estados Unidos, lo cierto es que esta amenaza es global, y en realidad no es algo nuevo, aunque sí que podemos entender que se ha incrementado de manera sustancial, lo que ha llevado a que se tenga que emitir dicha advertencia-recomendación.
Los usuarios con un perfil poco o nada técnico posiblemente nunca (o prácticamente nunca) hayan conectado su smartphone al PC para transferir datos, restablecer copias de seguridad, etcétera, pero lo cierto es que el puerto USB-C (o Lightning, en el caso de los iPhone, al menos hasta la llegada de los iPhone 15), es un puerto de carga, pero también de datos, por lo que lo que parece una inocente conexión para cargar el móvil, en realidad puede convertirse en algo bastante más peligroso.